LA MALDICIÓN DEL FARAÓN

Autor: Eva Martínez (1)

INTRODUCCIÓN

En noviembre de 1922 el arqueólogo Howard Carter entra en la tumba del Faraón Tutankamón, situada en el Valle de los Reyes, Egipto, en compañía, entre otros, de su mecenas Lord Carnarvon. Poco después de la apertura de la tumba, una serie de muertes desataron la idea de la existencia de una maldición (Yanes, 2019) (López, 2019) (Mayans, 2019)que perseguiría a aquellos que osasen profanar la tumba del rey.

En abril de 1923, Lord Carnarvon muere en el Cairo. Justo en ese instante hubo un apagón en el Cairo, además a la misma hora de su muerte su perra Susie aulló y cayó fulminada.

La prensa no tardó en hacerse eco de esta muerte, atribuyéndola a la maldición de los faraones. Incluso se afirmaba que en una de las antecámaras estaba escrito:

La muerte vendrá sobre alas ligeras al que estorbe la paz del faraón

La popular novelista inglesa Marie Corelli afirmaba estar en posesión de un manuscrito árabe en el que se advertía de la maldición.

Algunas fuentes hablaban de que la muerte de Lord Carnarvon se debía a una infección producida tras cortarse una picadura de mosquito al afeitarse, lo que acabaría desencadenando en una septicemia grave, que lo conduciría a la muerte. Tras proceder a la autopsia del joven faraón, se descubre que Tutankamón tenía una herida justo en el lugar donde se encontraba la picadura de mosquito de Lord Carnarvon.

Pero si esto no fuera suficiente, a la muerte de Lord Carnarvon se sumaron hasta 30 muertes asociadas a la maldición del faraón, entre ellas:

  • Arthur Mace, el encargado de dar el último golpe al muro antes de entrar en la cámara real, y el magnate de los ferrocarriles George Jay Gould, presente en la apertura de la tumba, fallecieron en las 24 horas siguientes de la entrada en la tumba.
  • El hermano de Lord Carnarvon, Audrey Herbert, presente en la apertura de cámara real, murió inexplicablemente cuando volvió a Londres.
  • Sir Archibald Douglas Reid, encargado de radiografiar la momia, enfermó y murió.
  • El secretario de Carter, Richard Bethell, muere en 1929. Siguiéndole las muertes de la mujer y el padre de Richard Bethell.
  • Alby Lythgoe arqueólogo del Museo Metropolitano de Nueva York muere en 1934.
  • El egiptólogo George Bennedite muere de una caída en el Valle de los Reyes.
  • Ya en la década de los 60-70. Los directores del Departamento de Antigüedades del Museo del Cairo, quienes intervinieron en las exhibiciones de los restos del faraón, mueren de sendas hemorragias cerebrales.

DISCUSIÓN

Aunque efectivamente Lord Carnarvon muere unos meses después de su entrada en la tumba (Yanes, 2019) (López, 2019) (Mayans, 2019), no existen pruebas del apagón en el Cairo y la muerte de su perra el mismo día del fallecimiento, ambos sucesos sólo son documentados por la prensa sensacionalista y autores de dudosa reputación (La maldición de Tutankamón).

Respecto a la inscripción en la tumba, la fuente es Wikipedia. No obstante, es extensamente conocido el trabajo que hizo Carter y su equipo en la documentación del hallazgo, lo que hace extraño pensar que, de existir dicha inscripción, no existan pruebas de ello (Howard Carther & Arthur C. Mace, 1977). Por otro lado, fue tras enterarse de la muerte de Lord Carnarvon, que la novelista Marie Corelli recordó ser poseedora del antiguo texto árabe (Mayans, 2019).

El certificado de muerde de Lord Carnarvon dice que él murió de neumonía (Dunlop, 2000), debida a la complicación de una infección de una picadura de mosquito (Kezwer, 1998). Lo cierto, es que tenía una salud delicada a raíz de un accidente de coche que sufrió y era propenso a las infecciones pulmonares (Yanes, 2019).

Otra de las hipótesis que se barajan es la de una aspergilosis. Las esporas de Aspergillus pueden permanecer en estado latente durante un largo periodo de tiempo en los individuos infectados, antes de activarse. Esto explicaría porque los primeros síntomas no aparecieron hasta meses después del ingreso en la tumba. Además, la sintomatología de la aspergilosis es muy similar a la de una neumonía, por lo que el médico personal de Lord Carnarvon, el Dr. Jonhson, pudo confundir ambas patologías (El-Tawil, 2003).

El arqueólogo Nichola Reeves defiende que existen referencias a la existencia de un moho negro en la tumba (Kezwer, 1998). De hecho, se han aislado de la cámara de momias egipcias cepas de la especie Aspergillus niger (A. Elnagger et al, 2010), agente causal de aspergiloma, y Aspergillus flavus, asociado con la aspergilosis en pulmones (Sandle, 2013). A este hecho habría que agregar la hipótesis de la maldición del faraón de Gandon, que propone que ciertos patógenos incrementan su virulencia al aumentar su supervivencia (Gandon, 1998).

Esta teoría podría estar apoyada por el hecho de que George Jay Gould, el magnate de los ferrocarriles, también murió de una neumonía. Se cree que esta explicación también podría estar detrás de la muerte de 10 de los 12 científicos que abrieron la tumba del Rey Casimir IV en 1970, 600 años después de la muerte del monarca (El-Tawil, 2003).

Sin embargo, aunque microbiólogos como Raúl Rivas apoyan la teoría que culpa a miembros del género Aspergillus (Mayans, 2019) (López, 2019). Rafaluk-Mohr del departamento de zoología de la Universidad de Oxford defiende que desconoce la existencia de ningún parásito o patógeno formador de esporas que infecte a los humanos y encaje en la descripción de los síntomas de Lord Carnarvon (Yanes, 2019), a pesar de ello sustenta la hipótesis científica de la maldición del faraón en ciertos casos (Yanes, 2019) (Rafaluk-Mohr, 2018).

En el libro “The Aspergilli” se habla de que efectivamente algunos miembros del género Aspergillus son capaces de causar patologías en humanos, entre ellos mencionan Aspergillus flavus. A. flavus formaría un moho que libera toxinas y potencialmente podría causar enfermedad. No obstante, los autores creen que no esta asociado a la muerte de Lord Carnarvon o George Jay Gould (Scott E. Baker & Joan W. Bennett, 2007).

Aunque la prensa sensacionalista de esos años atribuyó hasta 30 muertes a la supuesta maldición del faraón, posteriormente se reveló que de las 58 personas que estuvieron presentes en la apertura de la tumba y el sarcófago, sólo ocho murieron al poco tiempo, el resto lo hicieron en un plazo de 12 años (López, 2019). Además, un estudio demostró que no había diferencias significativas entre la edad de fallecimiento de las personas expuestas a la maldición y las que no (Nelson, 2002).

CONCLUSIÓN

Nos enfrentamos a un típico problema científico, donde se bifurcan las opiniones a la hora de dar explicación a un hecho.

Personalmente me ha sido tremendamente complicado encontrar fuentes fiables sobre este tema. Supongo que desmentir una supuesta maldición carece de interés científico, lo cual es bastante razonable.

Desde mi punto de vista, en el caso de la maldición de Tutankamón, no veo el mayor interés en desmentir la causa de la muerte de Lord Carnarvon, la septicemia, más aún cuando hablamos de un hombre de una salud delicada. El resto de los fallecidos, a excepción de George Jay Gould, no murieron, en principio, a causa de neumonía u otra patología que pudiera llegar a ser confundida con la aspergilosis. Por tanto, en el caso de que las esporas de Aspergillus estuvieran presentes en la tumba, sólo acabaron con la vida de dos personas.

Hay que agregar que, con el fin de engrosar la lista de fallecidos, se sumó la muerte del secretario de Carter, Richard Bethell, quien no estuvo presente en la apertura. También se sumaron las muertes del padre y la mujer de Richard, quienes se suicidaron tras conocer la muerte de este. O la caída de unos andamios del egiptólogo George Bennedite. Incluso el nombre de Carter fue sumado a la lista y el mismo desmintió su fallecimiento.

Es importante recalcar, que no fue hasta 1928 que Alexander Fleming descubrió la penicilina, por tanto, las muertes por causa infecciosa eran mayores que en los años posteriores. Puestos a especular, ¿por qué descartar que fue una infección la causante de algunas de las muertes que figuran como causa desconocida?

Es difícil desde una perspectiva científica luchar contra la superstición, puesto que hay que refutar siempre con hechos las palabras de un iluminado. A veces, la respuesta real no es obvia y es difícil encontrarla, aún más demostrarla. La maldición del faraón es una más de esas leyendas urbanas que la prensa se encargó de crear y otros de desarrollar. Y es que, aunque a algunos les cueste creer en ella, la maldición de la casualidad es verdadera.

REFERENCIAS

A. Elnagger et al. (2010). Microbial study of Egyptian mummies: an assessment of enzyme activity, fungicides and some mummification materials for the inhibition of microbial deterioration. Base de données bibliographiques du Réseau d’information sur la conservation (BCIN), 39-49.

Dunlop, J. M. (2000). Health and Hygiene. London: The Royal Institute of Public Health Hygiene.

El-Tawil, S. (2003). Lord Carnarvon’s death: the curse of aspergillosis? The Lancet, 836.

Gandon, S. (1998). The curse of the pharaoh hypothesis. The Royal Society, 1545-1552.

Howard Carter & Arthur C. Mace. (1977). Work in the Laboratory. En H. Carter, The Discovery of The Tomb of Tutankhamen (págs. 151-177). New York: Dover publications.

Kezwer, G. (1998). King Tut’s curse due to fatal spores? Canadian Medical Association Journal, 1451-1452.

La maldición de Tutankamón. (s.f.). Muy Historia, https://www.muyhistoria.es/h-antigua/articulo/la-maldicion-de-tutankamon-121461573531.

López, G. (2019). El poder dormido que despertó la maldición de Tutankamón. ABC, págs. https://www.abc.es/ciencia/abci-poder-dormido-desperto-maldicion-tutankamon-201905070851_noticia.html?ref=https%3A%2F%2Fwww.google.

Mayans, C. (2019). Los hongos podrían estar detrás de la maldición de Tutankamón. Historia: National Geographic, https://historia.nationalgeographic.com.es/a/hongos-podrian-estar-detras-maldicion-tutankamon_14383/1.

Nelson, M. R. (2002). The mummy’s curse: historical cohort study. British Medical Journal (BMJ), 1482-1484.

Rafaluk-Mohr, C. (2018). The relationship between parasite virulence and environmental persistence: a metaanalysis. Parasitology, 10.1017/S0031182019000015.

Sandle, T. (2013). Pharaohs and Mummies: Diseases of Ancient Egypt and Modern. Journal of Ancient Diseases, 10.4172/2329-8731.1000e110.

Scott E. Baker & Joan W. Bennett. (2007). An Overview of the Genus Aspergillus. En The Aspergilli: Genomics, Medical Aspects, Biotechnology, and Research Methods (págs. 3-13). CRC Press.

Yanes, J. (2019). La «maldición infecciosa» de Tutankamón, una metáfora científica convertida en leyenda. bbvaopenmid, págs. https://www.bbvaopenmind.com/ciencia/biociencias/la-maldicion-infecciosa-de-tutankamon-una-metafora-cientifica-convertida-en-leyenda/.

(1) Graduada en Biología y Máster en Microbiología por la Universidad Autónoma de Madrid.

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